“… la injuria
es un género donde la palabra toma el cuerpo. Mirar con el ojo bizco, el ojo
injuriado, es una concepción erdosiana del mundo, la visión humillante del
humillado.”
Luis Gusmán.
"Yo soy rubia por fuera y por dentro”
Mirtha Legrand
(…)
Concentrémonos por ahora en la supuesta injuria "negro de mierda":
Como expresión, tiene su origen en la década del cuarenta, cuando se da en el
país un desarrollo industrial acelerado que se concentra especialmente en
Buenos Aires (pero también en Córdoba y en Rosario) y que genera una masiva
migración interna: mucha gente del interior llega a la capital en busca de
trabajo. Estos grupos migratorios no tienen físicamente las mismas
características de los grupos que llegaban de Europa. Los nuevos migrantes son
morenos, mestizos, mulatos, muchos descendientes de nuestros exterminados
pueblos originarios y eso molesta a ciertos miembros de nuestra “europea”
capital que ven teñirse de “oscuro” el paisaje citadino. Por lo tanto, ya desde
su origen, “negro de mierda” es una expresión con una carga absolutamente
despectiva y asociada a las características físicas de las personas como su
color de piel o su color de cabello. Sin embargo, con el tiempo, esta expresión
ha derivado en un “insulto” que designa a toda persona que se comporte de modo
reprochable y, por lo tanto, el “ser negro” es igual a “ser basura”. Si además
tenemos en cuenta el complemento que acompaña al “ser negro” casi como un
apellido (“de mierda”) la equivalencia está completa.
Hay quienes se defienden de la acusación de “racismo” alegando que con “negro
de mierda” no se refieren al color de piel sino al alma, y entonces creen que
hacen algo distinto de lo que dicen. Sin embargo, en realidad, no han hecho
otra cosa que convertir lo literal en simbólico, es decir, ahora la “negritud”
es asociada a lo malo de manera mucho más efectiva porque, cuando lo literal se
transforma en símbolo, significa que ha habido un proceso de aceptación
extendido en el uso de la expresión, de modo que su utilización se da sin que
medie la razón, sin que medie la posibilidad de elegir entre una expresión y
otra y, por lo tanto, estamos ante un fenómeno de falsa conciencia cada vez más
difícil de desmontar. Y además, convengamos que a ninguno de quienes dicen
referirse exclusivamente al “alma negra” de las personas, se le ocurriría usar
esta “injuria” contra un rubio bien vestido, con una billetera gorda y un
tatuaje en el cuello.
Y es que el racismo es eso: tiritar de miedo, morirse
de terror y enfundarse en una máscara de soberbia y superioridad para
ocultarlo. Y es, además, el terror ante la inquietante posibilidad de estar del
otro lado: ¿O acaso no somos nosotros, los que "insultamos" al de al
lado con un "cabeza", "villero", "bolita",
"paragua", "brazuca", "negro de mierda"..., los
mismos que somos "insultados" en el exterior como "latinos de
mierda" en Estados Unidos o "sudakas de mierda" en Europa? ¿No
tenemos todos, acaso, el mismo apellido?
Por otro lado, tampoco es casual que el “insulto” haya proliferado
especialmente en los ciudadanos de clase media, quienes intentamos una y otra
vez separarnos de aquellos a quienes no nos queremos parecer a pesar de que
compartimos con ellos un común denominador: la humillación de las clases altas.
(…)
Por eso, en los tiempos en que se hablaba
permanentemente de la desaparición de la clase media y de su probable caída
hacia “abajo” nos hemos visto obligados, como los humillados de Arlt, a
injuriar con nuestro ojo bizco a aquellos de los que siempre quisimos
separarnos: otros humillados como nosotros que nos muestran un espejo en el que
no nos queremos mirar: los “negros de mierda”, los “villeros”, los “cabeza” que
están más cerca de nosotros de lo que apenas nos permitimos darnos cuenta.
Para finalizar, quiero decirles que si vamos a decidir usar el “insulto” es
bueno que lo hagamos habiendo reflexionado un poco sobre su origen y desarrollo
para saber desde dónde y por qué lo estamos usando. Después de todo, de eso se
trata: de ser cada vez más conscientes, de que seamos nosotros los usuarios del
idioma y no los usados por él, para que no dejemos que el lenguaje nos siga
atravesando la mayoría de las veces como si no fuéramos más que meros coladores
de cocina.
Viernes, 19 de febrero de 2010
Revista Barcelona
(Me pareció interesante cuando lo leí y creo que está bueno que tengamos en cuenta que cada vez que decimos algo, estamos haciendo también, dejamos efecto, huella en quien nos escucha. Lo que decimos nos define. Y nuestras expresiones vienen de un lugar y tienen una connotación... Tenemos que ser usuarios reflexivos, críticos y conscientes de nuestro discurso, de ese modo evitaremos caer en lugares comunes que no son más que muestra de ignorancia e intolerancia)